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De la guerra civil a los años cincuenta

NUEVO RUMBO DEL ORFEÓN BURGALÉS

Los tiempos de la Guerra Civil y postguerra fueron especialmente difíciles para la institución. Pero el mayor mérito en la vida es elevarse con esfuerzo pese a las dificultades.
El Orfeón Burgalés hubo de acreditar y llenar de contenido su misión, la inquebrantable voluntad de sus maestros de rescatar el folklore popular y difundir la cultura musical.
La desaparición de Antonio José es el principio de un enorme desconcierto. Pero pasada la tormenta, el Orfeón vuelve a latir y, aunque en orfandad de magisterio, su cohesión y unidad harían germinar un vigoroso resurgimiento que vino de la mano de dos eclesiásticos, grandes músicos y enamorados de Burgos: Emilio Rayón Larrayoz, al que siguió Domingo Amoreti.
El Orfeón aspiró a expresar ritmos locales, el folklore castellano, la hondura y el sentimiento de la música religiosa, dando a conocer al público obras clásicas de Mozart, Beethoven, Haendel y otras de los grandes maestros de la música polifónica del siglo XV, como Vitoria o Palestrina.
En 1938 se incrementan los conciertos, coincidiendo con el nombramiento del maestro Amoreti. La coral se hace presente en la provincia, acude a hospitales, celebraciones patronales, fiesta de Santa Cecilia…
Bajo su batuta y dirección se dio una nueva orientación artística al Orfeón. Su estela mostraría la fecundidad de una nueva senda en la que aparecen las “Estampas castellanas”, con rica escenografía, danzas, decorados y trajes que recorren toda España: En 1941, las Estampas fueron al Teatro de la Zarzuela de Madrid, luego al Arriaga de Bilbao, al Principal de Palencia y al Ideal de Soria.

Domingo Amoreti vería compensada su ingente labor transmitiendo no sólo canciones y estampas, sino vivencias y conocimientos de la conciencia poética, alma y personalidad burgalesas. Costumbres milenarias de Castilla, esencias espirituales y bellísimas tradiciones populares transmitidas de generación en generación.
El octavo centenario del Cantar de Mío Cid y la exaltación de Castilla a través de Fernán González ofrecieron al Orfeón Burgalés una excelente ocasión de afianzarse participando con sus voces en todos los actos, convirtiéndose en portavoz del Milenario, por cuya labor le fue concedida la Medalla de Plata del evento castellano. En abril de 1944, el Ayuntamiento de Burgos otorgaba la medalla de Oro de la ciudad al Orfeón por sus cincuenta años de existencia, como reconocimiento a presidentes, directores y orfeonistas por tanto esfuerzo hecho canción y ritmo.
En 1949, fallecía el maestro Amoreti, aventajado discípulo de Federico Olmeda (el Schubert español), e interinamente ocupaba la dirección el maestro Francisco Sarmiento, ante el inminente viaje a Andalucía.
Bajo su dirección, el éxito alcanzado fue extraordinario y algunas interpretaciones especialmente aclamadas con entusiasmo. El Orfeón fue recibido por el alcalde de Sevilla y por las primeras autoridades burgalesas: el alcalde Florentino Díaz Reig; Honorato Martín–Cobos, presidente de la Diputación, y por Pedro Segura, el arzobispo de Sevilla que llegó a ser cardenal.
Así terminaba una nueva etapa en el devenir de nuestro Orfeón.

 

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